Montse Doval, editora de Internet Política, valoraba hace unos meses en un artículo el fenómeno de los blogs. En concreto, titulaba su reflexión con la pregunta ¿Por qué se habla tanto de los weblogs? (exclusivo para suscriptores). La experiencia nos da la respuesta. Si los medios informan (¿?), las bitácoras influyen. Y claro está, el poder de los medios tradicionales se tambalea.La mejor definición al nuevo estatus que han creado los blogs la recordaba Ismael El-Qudsi hace unos meses tras el seminario de Marketing Digital organizado por AMDIA. El impacto de los blogs ya no se mide por los CPC (Coste por Clic) o CPM (Coste por mil impresiones). Las bitácoras han dibujado un nuevo ámbito al que ya se le empieza a denominar CPI: Coste por Influencia.
La teoría es clara. La aparición de nichos ha permitido segmentar la audiencia. Estamos en el camino de la hiperspecialización. Para influir ya no hace falta dirigirse a la masa. Ahora basta con dirigir el mensaje a los líderes de opinión. Y esos se crean en la red.
EL PROBLEMA DE LO INTANGIBLEEl problema viene a la hora de demostrar al responsable de turno de una empresa de fitosanitarios que su inversión sería más eficiente y rentable si la destinaba a un blog especializados en tazas Roca que una chapa en El País. Por suerte, esta situación está cambiando su curso.
Octavio Rojas ha mostrado la gran debilidad de la teoría del CPI. ¿Cómo se demuestra?
“Parece que medir internet hoy plantea una serie de retos para los que las empresas de medición de audiencias no están preparadas”.
Volvemos otra vez a lo mismo: la falta de cultura digital nos obliga a echar mano de la práctica de los hechos tangibles. Ahora sólo falta que alguien demuestre cómo contabilizar los líderes de opinión de nuestro blog.
